Hoy en día resulta complicado encontrar hoteles con personalidad. Los estándares estéticos han devorado lo único y diferente en pos de agradar al mayor número de personas posible, aunque sin sorprender a ninguna de ellas. Algo que sí consigue el Château Tertres, donde pasé la noche tras un día disfrutando la gastronomía del Valle del Loira.

Por fuera, el hotel es una pequeña mansión o “castillo” típico de la campiña francesa, con ese neoclasicismo tan elegante. Situado en lo alto de una colina rodeada de árboles, ofrece una posición privilegiada para disfrutar del paisaje a la vez que resguarda del ruido, permitiendo al huésped relajarse mientras escucha el viento meciendo las hojas, el piar de los pájaros y algún que otro chaparrón esporádico golpeteando los cristales de la ventana.

Una vez en las habitaciones, sorprende que algunas de ellas estén decoradas de una forma más atrevida, aunque manteniendo una línea con mucho en común, lo que hace del Chateau Tertres un lugar que conjuga con gusto historia, tranquilidad y diseño.

Como decía, aunque en la decoración del la entrada, los salones y otros espacios comunes el estilo es bastante clásico, en algunas habitaciones hay un giro más actual, sin perder el espíritu del conjunto. Los muebles escogidos, los colores, e incluso la distribución, nos hacen percibir un espacio moderno aunque muchas piezas sean más bien clásicas, que es lo que une a las habitaciones entre sí y con el resto de espacios del hotel.

Me gustó la elegancia y serenidad que transmitía, a la par que era muy acogedora y llena de detalles que la enriquecían visualmente. Todo estaba muy cuidado y combinado con esmero: el papel pintado a rayas, el color de los muebles lacados en gris, el blanco de la cama, el precioso chaise longue y como no, las sillas Louis Ghost, que ayudaban mucho a potenciar ese aire de modernidad clásica.

Aunque el baño quizás deslucía un poco comparado con la habitación, pues estaba decorado con demasiada austeridad, tenia algunos pequeños toques decorativos que resultaban interesantes. En la imagen se pueden ver los colgadores para la ropa y las toallas, que eran rostros tallados saliendo de la pared. Al principio asustan un poco, pero enseguida te das cuenta que le dan al baño la pequeña particularidad que necesitaba.

Además de estas pequeñas figuras, en la zona del inodoro había unas esculturas colgantes que también ayudaban a enfatizar lo que transmite la habitación: un lugar cariñoso y delicado, que te hace sentir como en casa y lamentar pasar solo una noche en el Château Tertres, donde las habitaciones son una cuidada mezcla entre historia, tranquilidad y diseño.

Os dejo una galería donde podéis recrearos con detenimiento en cada imagen de la habitación, desde todos los ángulos que pude fotografiarla, y alguna imagen de la salita y las vistas, que no tenían desperdicio.

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Sí, nuestro nuevo especial tiene claramente tintes veraniegos. Y es que, en estos días en que muchos de vosotros ya habéis comenzado las vacaciones, nosotros también queremos disfrutar y relajarnos, aprovechando para compartir en Decoesfera los hoteles más bonitos, aquellos que con un entorno agradable y una decoración cuidada hasta el mínimo detalle nos invitan a pasar en ellos unos días de placentero relax.

Y es que no cabe duda de que la decoración del lugar escogido para nuestras vacaciones, tal y como comprobamos en la encuesta que realizamos hace tiempo, resulta de gran importancia para la mayoría de nosotros, amén de un valor añadido muy importante para nuestro descanso. Rodearnos de cosas bonitas contribuye a hacernos sentir bien y a que nuestra estancia sea mucho más agradable.

Así que, ya lo sabéis, a partir de hoy cada lunes y cada jueves, como es habitual en nuestros especiales, tenéis una cita con nosotros para disfrutar de hoteles bonitos. Os esperamos.

Imagen vía | Fubiz
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Construcción de madera o piedra, aislada, de forma rectangular o cuadrada, sostenida por columnas, característica del noroeste de la Península Ibérica, donde se utiliza para guardar granos y otros productos agrícolas.

Esta es la definición que nos da la RAE para la palabra hórreo y el noroeste de la península ibérica es donde yo vivo, así que veo muchos de estos habitualmente, los hay de muchos tamaños y el caso es que hoy en día son pocos los que se utilizan para almacenar grano. Muchos han sido restaurados y se aprovechan para otros usos, pero pocas veces se ve uno reconvertido en apartamento y menos con un resultado tan estupendo.

El que os voy a mostrar forma parte de la Casa Entremuros, una casa rural en la que pasar unos días de descanso, que es un conjunto arquitectónico propio de la hidalguía rural gallega del siglo XIX. Cuentan sus propietarios que en la restauración se ha respetado el ambiente original, tanto en los materiales utilizados como en los muebles y la decoración, aunque sin renunciar al confort, vamos a ver algunos detalles.

Obviamente se trata de un hórreo de gran tamaño, suficiente como para poder incluir en él todo lo necesario para que una pareja pueda tener una estancia agradable, en realidad si no se tratase de un hotel, bien se podría vivir ahí, no le falta detalle. En algunas paredes se ha mantenido la piedra, otras se han forrado con madera para un mayor confort.

Me encanta el techo, es en él en realidad donde mejor se nota que se trata de un hórreo, de no ser por ese detalle, podría parecer una habitación cualquiera de una casa rústica convencional. El dormitorio y la sala de estar comparten espacio, es algo habitual en habitaciones de hotel e incluso en pequeñas viviendas y la amplitud es suficiente como para que los dos ambientes no interfieran entre si.

Todos los muebles son de madera, antiguos y restaurados o nuevos pero de estilo rústico, es curioso que a pesar de que hay muchas maderas diferentes en tonos distintos, se ha conseguido un buen equilibrio entre ellas. La ropa de cama en blanco aporta un punto de claridad muy necesario porque uno de los problemas del hórreo es que no es muy luminoso.

Para dar un toque de color al conjunto se ha elegido el naranja, uno de mis colores favoritos y que podemos ver en los cojines del sofá, la manta a los pies de la cama y las toallas en el baño. Para mi gusto es un gran acierto, un color que combina muy bien con la madera, un tono cálido que compensa la frialdad de la piedra.

La piedra es una de las principales protagonistas de la cocina, aunque se han incorporado todas las novedades que la tecnología permite para una cocina de hoy en día, como vitrocerámica, lavaplatos o microondas, se ha mantenido el estilo rústico en los frontales de los muebles y en la mesa para comer.

Quizá resulta un poco chocante la encimera de granito tan pulida, que contrasta con la piedra al natural de pared y suelo, aunque entiendo que a la hora de cocinar es la mejor opción y de entre los materiales que se podrían elegir para la encimera es el que mejor encaja.

Es un pequeño apartamento, obviamente en un hórreo no cabe mucho más, pero si nos fijamos bien tiene un montón de detalles de interés a nivel decorativo, por ejemplo, el lavabo en el baño de piedra que me encanta, con su grifería rústica, ahí sí que se ha renunciado al monomando y los toalleros de forja que hacen un conjunto ideal.

Imagino que estará bien climatizado, además la piedra y la madera aislan bien del exterior y hay que recordar que el hórreo está elevado por columnas, no en el suelo, lo cual minimiza la humedad, así que la única duda que me queda es relacionada con la limpieza, la piedra suelta polvillo y limpiar suelos y paredes de piedra puede ser algo engorroso, aunque yo nunca he vivido en una casa así, por lo que no sé hasta que punto eso pueda ser un problema, por lo demás el ambiente me encanta y me parece muy acogedor.

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Abro fuego en nuestro especial de hoteles bonitos con una joya del lujo situada en el Golfo Pérsico: el Hotel Missoni de Kuwait. La casa italiana Missoni ya es de por sí una garantía de un diseño espectacular y viendo los interiores, lo cierto es que han sabido aunar el estilo europeo súper reconocible de la marca italiana con el lujo del Golfo Pérsico.

El hotel ha sido diseñado por el arquitecto italiano Matteo Thun en colaboración con Rosita Missoni, y los interiores son del estudio de diseño Gravern Images de Escocia. Este hotel fue inaugurado en marzo de este año y se ha convertido en un referente entre los amantes del buen diseño, ya que está situado en pleno distrito de Salmiya en la capital kuwaití, justo en el centro neurálgico de ocio y compras, por lo que es un lugar estupendo para recorrer la ciudad.

En la imagen que encabeza el post tenemos el lobby del hotel donde vemos esta mezcla del diseño más actual con los estampados de rayas que definen el estilo de Missoni. Fijáos cómo cada sofá tiene su propia personalidad aunque crean un espacio único por parejas gracias a las alfombras que delimitan las zonas. Me encantan los cojines en los sillones, cosa que no solemos ver en hoteles, no sé si es porque los roban, porque quedan espectaculares como contraste al tapizado.

Sobre estas líneas tenéis el restaurante del hotel, llamado Cucina, donde podéis ver al fondo los distintos reservados separados con paneles tapizados de nuevo con telas de rayas y cómo para el resto los estampados geométricos dan paso a las flores. Observad cómo en la decoración, para que no quede muy recargada, se ha elegido un tono azul para la mayoría de superficies como suelos y paredes.

Las líneas puras de las lámparas, con sus líneas paralelas horizontales y verticales rompen la monotonía que podrían generar las paredes lisas. En mi opinión, el mejor contrapunto es la barra con sus ángulos que marca una separación entre la parte más de bar y el restaurante propiamente dicho sin ocupar mucho espacio visual.

No podemos acabar el post sin enseñaros una de las 169 habitaciones que tiene el hotel (63 de ellas son suites). En la habitación que hay sobre estas líneas vemos los sofás y sillones de un color crudo que se combinan con cojines con los estampados Missoni. Lo que más me gusta de esta estancia es la mesa baja que hay en el centro, con un diseño rompedor pero que no desentona con el resto de muebles. Por cierto, impresionantes las vistas sobre el Golfo Pérsico que se aprecian por el ventanal.

Termino enseñandoos el baño, un lugar relajado donde acabar una jornada de compras con vistas al mar. Las paredes azules hacen el contraste perfecto con la bañera exenta blanca, y que se complementan con los grifos y toalleros en dorado. Por supuesto, aquí tenemos toallas de la casa italiana.

No me digáis que a vosotros no os parece un hotel bonito donde pasar unos días desconectando del mundo en el marco incomparable del Golfo Pérsico. Yo ya voy ahorrando para ir alguna vez.

Más información | Hotel Missoni en Kuwait
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Miras a tu alrededor y no ves más que piedras, tierra y unos cuantos arbustos tostándose bajo el sol abrasador. Solo las montañas en la lejanía evitan que tu mirada se desespere con el desierto infinito, pero es un consuelo menor cuando no parece haber ni una pizca de sombra en kilómetros a la redonda.

Resulta increíble encontrarse el hotel Diar el Berber en un paraje tan desolador como el de la región de Matmata, pero resulta aún más sorprendente que tras ese aspecto desaliñado que apenas se distingue mientras pasas por la carretera se esconda un alojamiento digno de nuestra serie de hoteles bonitos.

Tan solo un gran cartel en un muro de adobe nos avisa de que hemos llegado, pero no parece haber nada más que indique que ahí hay un hotel de cuatro estrellas con sus muchas habitaciones, su piscina, sus salones… y es que todo está excavado en la tierra arcillosa del lugar hasta 12 metros de profundidad, protegiéndose así de las altas temperaturas del día y las frías de la noche, sin por ello perder ni un ápice de luz gracias a un estudiado sistema de patios.

El hotel basa su diseño en las famosas casas trogloditas de los bereberes, de las que os hablaré pronto, y que proliferaron en la zona gracias a lo fácil que resulta excavar la tierra arcillosa. Básicamente las casas se estructuraban en torno a un patio central de varios metros de profundidad alrededor del cual se iban excavando las habitaciones.

De una forma muy parecida se ha construido el hotel, solo que con patios sensiblemente más grandes y más profundos, para poder dar cabida a un mayor numero de habitaciones, que igualmente se han realizado vaciando la tierra en torno al patio.

De esta manera, y gracias a la protección térmica de la tierra, se consiguen temperaturas agradables sin necesidad de aire acondicionado, incluso cuando el sol más aprieta y apenas se puede salir al exterior, las estancias están frescas.

Cuando entramos en las habitaciones nos encontramos, lógicamente, con una estructura similar a la de una cueva, con sus paredes abovedadas, sus huecos pequeños y ese frescor inequívoco de la piedra.

Sorprende lo bien iluminadas que están las diferentes estancias, con una mezcla entre la luz natural que entra por la ventana y una iluminación artificial muy bien ubicada. Las paredes blancas ayudan a aportar claridad y alegría.

Los espacios no son muy grandes, pero resultan cómodos y agradables, muy agradables. No en vano ha sido el hotel escogido por innumerables directores y actores, entre los que destacan George Lucas (no mientras rodaba Star Wars, aunque la película se rodo por esos lares) y Antonio Banderas, y cuyas habitaciones tuvimos ocasión de visitar (si procede, inserte grito histérico de fan aquí).

Obviamente, la decoración tiene un aire tunecino, con sus alfombras, sus telas y sus muebles con arabescos, aunque no es especialmente recargada y permite disfrutar de la innegable paz que transmite entrar en alguna de las muchas habitaciones.

Desde luego, si os encontráis de viaje en Túnez o tenéis pensado visitar el país, no podéis dejar de dormir al menos una noche en el hotel Diar el Berber en Matmata. Sin duda, y a pesar de ser de reciente construcción, es uno de los hoteles más auténticos de todos los que tuve ocasión de ver durante el viaje.

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Seguro que estabais esperando un nuevo post de nuestro especial hoteles bonitos, yo no me pierdo ninguno, que dicen que soñar no cuesta nada y ante estos espacios es fácil dejar volar la imaginación. El hotel que os traigo hoy es el Palazzo Mannaioni, que está situado en la Toscana, en Montaione, un pequeño pueblo medieval en lo alto de una colina. El edificio, construido en piedra y ladrillo, está adosado a la vieja muralla de la localidad.

El hotel tiene dos accesos, uno en la zona medieval del pueblo, cuajada de calles estrechas, y otro en la muralla, desde la cual se accede a un jardín en el que destaca la piscina, flanqueada por limoneros y naranjos plantados en tinajas toscanas. Toma su nombre de la ilustre familia que antaño fuera dueña del lugar, los Mannaioni, que además de realizar diversas hazañas, fueron artesanos del cristal.

Las viejas estancias de la hacienda, el granero, el molino y la cantina excavada en la roca, se han reconvertido en un American Bar, enoteca y restaurante. En las zonas comunes abundan los arcos y bóvedas, e incluso una bella cúpula de cristal y hierro, que dota a una de las salas de un luz de día, además de la incuestionable belleza de las vidrieras que visten la cristalina bóveda.

El hotel ha sido finamente decorado, tomando partido por los elementos arquitectónicos originales, los cuales se ven realzados por los muebles y complementos. Una de las salas, con una larga mesa de comedor, luce su techo abovedado con el ladrillo original, contrastando con los tonos crudos en paredes y mobiliario.

Las habitaciones presentan diferentes estilo, siendo la Suite Classic una de mis referidas, con delicados detalles y colores suaves que desgranan un lugar de relax con toda clase de comodidades, desde una zona de descanso con dos camas gemelas, tocador, escritorio y zona de charla, hasta una gran mesa de comedor o reunión, con estancias adicionales equipadas con sofás llenos de almohadones.

El techo de esta suite llama la atención por sus anchas molduras pintadas, que introducen casi la única nota de color de la estancia. De ellas nace el escueto dosel que corona el lecho, tan solo dos cortinas que descansan sobre los cabeceros.

En el exterior domina la piedra, combinada con la pintura de tonos suaves en las plantas superiores. Una piscina de formas sinuosas se dibuja en una zona del jardín, rodeada de una zona de estar con sombrillas blancas, y bordeada por una galería elevada, separada por una barandilla de hierro, desde la cual se observa el baño.

No se me ocurre un lugar mejor para pasar unos días de descanso y relax, y a vosotros, ¿os ha gustado?

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Hoy cambiamos radicalmente de estilo en nuestro especial hoteles bonitos y nos vamos a una acogedora casa rural en el noroeste de la península, donde yo vivo, o sea en Galicia. Casa de Trillo, de larga tradición histórica, se encuentra en Santa Mariña, pequeña aldea del municipio coruñés de Muxía, en un enclave privilegiado desde el que se pueden realizar atractivas rutas y a escasos kilómetros de las playas de la zona conocida como Costa da Morte (costa de la muerte).

La Casa de Trillo se encuentra ubicada en una amplia finca con jardín y huerta. Sus dueños han creado rincones con encanto en varias zonas, para que los huéspedes puedan deleitar sus sentidos en comunicación con la naturaleza. Es una casa para aquellos a quienes les guste el campo y que quieran huir del ruido de las grandes ciudades, para disfrutar de lo natural, también hay lugar para el entretenimiento y los juegos, la casa dispone de un parque infantil e incluso de un minigolf.

Es una casa de dos plantas, en la inferior hay dos habitaciones adaptadas y en la superior cuatro, dos de ellas con categoría especial, por disponer de unos servicios más amplios que las otras, y que incluyen, minibar, bañera hidromasaje y cama con dosel. El salón es amplio, con varios rincones para el ocio y el comedor, una de mis zonas favoritas, está instalado en un porche acristalado, eso permite disfrutar de la vista de la huerta y del exterior.

Se trata de una casa de campo restaurada y como tal la decoración es de estilo rústico, pero no falta detalle en lo que a comodidad y confort se refiere. A mi me encanta el ambiente de las casas de piedra, con fuertes vigas de madera a la vista en el techo, grandes puertas, techos altos, madera de castaño y un reloj de pie que nos mantiene al tanto del paso del tiempo, que en un entorno tan agradable parece detenerse.

La lareira o chimenea, que podéis ver sobre estas líneas, se enciende siempre en invierno y sin duda transmite el calor del hogar de antaño. En la zona donde está ubicada hay libros, juegos de mesa y una exposición de artesanía de la zona, que ayudarán a los visitantes a acercarse a la realidad y a la forma de vivir de las gentes de Costa da Morte. Por supuesto, por si alguien lo prefiere, también hay opción de televisión, vídeos o música, para el entretenimiento en la casa.

A los que vivimos en un piso pequeño y moderno, al menos a mi, nos encanta pasar tiempo en un ambiente diferente, en particular a mi, estos rincones con lareira me recuerdan a las felices tardes de niñez en la casa de mi aldea, por eso además del valor que tiene el espacio a nivel decorativo, para muchos es también fuente de buenas sensaciones y recuerdos.

Todos los dormitorios están decorados de forma diferente, en algunos la cama tiene dosel pero no en todos, el dosel se incorpora en los dormitorios de categoría superior y para mi gusto da al dormitorio un encanto especial. También me gustan mucho los colores elegidos para los complementos textiles, tonos claros en su mayoría, tanto para la ropa de cama, como para las cortinas y alfombras.

Predominio de la madera y la piedra como en toda la casa, aunque también hay cabeceros y otros complementos en forja que combinan a la perfección con el estilo rústico. En varias habitaciones podemos disfrutar de un estupendo rincón de lectura ubicado en la galería con vistas al campo, sin duda un lugar ideal para el relax y la meditación.

El comedor como ya os he dicho es uno de mis lugares favoritos, porque se ha ubicado en el porche acristalado y por lo tanto tiene unas vistas excelentes al exterior, además de contar con una maravillosa iluminación natural, se cuidan también los detalles a la hora de vestir las mesas, mantelería, vajilla, cubertería…

Un detalle que también me gusta es que las mesas y sillas no son todas iguales, algunas redondas, otras cuadradas, algunas sillas de madera, otras e fibras vegetales… Esa falta de homogeneidad, rompe la monotonía que suelen tener algunos comedores de hotel y hace que el ambiente resulte más casero y acogedor.

Si nos apetece disfrutar de un rato al aire libre, hay también rincones con encanto en el jardín y en la huerta, mesas y bancos de piedra, otro porche exterior, este abierto y con muebles de madera, todo acondicionado tanto para tomar algo, como para sentarse un rato a leer o simplemente disfrutar del paisaje.

En la huerta además hay un montón de árboles frutales, yo no quiero dar ideas, pero desde siempre en Galicia ha sido costumbre robar alguna que otra pieza de fruta, el sabor de esas manzanas no es comparable con el de las que se compran en el supermercado, y al fin y al cabo la gastronomía es además del ambiente, otro de los placeres que uno busca disfrutar en el lugar.

Como os comentaba antes, la estancia en Casa de Trillo también ofrece la oportunidad de conocer la artesanía de Costa da Morte, tanto por que la casa utiliza algunos de estos productos en la decoración, como por que incluso dispone de exposición y venta de los mismos.

Os dejo algunas otras fotos de la casa en la galería, tanto de los otros dormitorios que aquí no hemos visto, como de ambientes del interior y el exterior de la casa e incluso del minigolf, en ellas podéis ver como en toda la casa se mantiene el mismo estilo rústico y ambiente acogedor y relajante, especialmente adecuado para unos días de descanso en el campo.

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Estoy muy contenta con nuestro especial sobre hoteles bonitos en Decoesfera, y es que lo más importante para mí a la hora de reservar un hotel es, sin ningún género de duda, la decoración de sus habitaciones. Os parecerá exagerado pero puedo pasarme horas consultando páginas, mirando fotos y decidiendo, por ejemplo, qué cabecero, qué lámpara o qué cuarto de baño me gusta más.

Exactamente ese proceso es el que seguí hace unas semanas cuando por motivos familiares tuve que pasar unos días en Baeza, Jaén. Después de dar muchas vueltas me incliné finalmente por La Casona del Arco que, a tenor de las imágenes y de los comentarios en la red, prometía una decoración exquisita, respetuosa con sus orígenes y, también muy importante, conexión wifi gratuita en todo el hotel, mi segunda prioridad desde que escribo en Decoesfera.

El Hotel, cuya fachada de piedra véis en la imagen superior, está situado en una pequeña y tranquila calle en pleno corazón de Baeza, junto al Torreón almohade de la Puerta de Úbeda y los restos de la muralla, de manera que puedes recorrer a pie la preciosa ciudad renacentista sin ninguna necesidad de coger el coche.

En el zaguán de entrada nos recibe un elaborado artesonado de madera, entre cuyos dibujos se nos invita a buscar un trébol de cuatro hojas, y nada más traspasar la puerta vemos a la izquierda el arco que da nombre al hotel, formado en realidad por dos casonas de pueblo unidas y recuperadas.

Al frente encontramos el patio alrededor del cual se vertebran las habitaciones y la cafetería en la que se sirven los desayunos, conservando aún el viejo pozo cuyo hueco podemos observar ahora en el suelo cubierto con un cristal. En la misma planta encontramos el resto de zonas comunes, en primer término el spa con jacuzzi para seis personas y después una amplia sala de estar que ocupa el lugar de las antiguas cuadras.

Podríamos decir que esta acogedora sala, cuyas ventanas dan a la calle Sacramento, es ideal para el invierno mientras que la otra que nos encontramos más adelante, al fondo del pasillo, recogida y fresca porque da al interior, resulta perfecta para los meses de verano.

Tras la puerta de madera que vemos en esta sala se esconde una sorpresa también muy refrescante. Se trata de la antigua huerta, ahora un espacio pensado para disfrutar del exterior, al que se accede a traves del túnel con techo de frescas plantas, que cuelgan de la pérgola de hierro hecha a mano por un herrero de Baeza, y solado con adoquines antiguos.

Al final del verde túnel encontramos una tranquila piscina a la manera de las antiguas albercas, algunas tumbonas y sillas de teca y otra zona de estar con sofás en tonos claros, perfecta para disfrutar de bebidas y compañía en las cálidas noches de verano.

En las dos plantas superiores se distribuyen las habitaciones, en total catorce dobles y cuatro suites, todas diferentes y con muebles antiguos de verdad, algo muy de agradecer en este mundo de hoteles clónicos en que nos ha tocado vivir.

En los cuartos de baño se ha cuidado también el detalle, los azulejos son distintos en cada habitación, muchos de ellos pintados a mano, y todas las puertas son asímismo antiguas, algo que si bien tiene algún pequeño incoveniente, como el hecho de que al no ajustar bien dejan pasar los ruidos, se da por bueno en aras de la belleza.

Hasta aquí nuestro recorrido por el hotel de La Casona del Arco en Baeza, que espero os haya gustado tanto como a mí. Puedo deciros además que resulta un lujo bastante asequible, ya que tiene un precio bastante ajustado y ofrece numerosas ofertas. Os esperamos dentro de unos días para conocer otro hotel bonito en Decoesfera.

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Bajo del mar, bajo del mar, vives contenta siendo sirena, eres feliz… sería la canción canción perfecta para tararear en esta habitación que nos permite soñar durmiendo bajo el mar.

Normalmente es un famoso restaurante de las islas Maldivas que ofrece 16 mesas en una sala acristalada a metros de profundidad, en medio de un arrecife de coral. Pero para celebrar que cumplen cinco años, han convertido el restaurante en una maravillosa suite para dos personas en la que podemos dormir rodeados de peces, tiburones, mantas (de las que no abrigan) y demás fauna que habita el arrecife. La decoración es sobria y elegante, pero dudo mucho que alguien se fije en ella teniendo semejante espectáculo sobre sus cabezas.

No he conseguido averiguar el precio que habría que pagar por pasar una noche allí, pero seguro que está fuera del alcance del común de los mortales. Ahora bien, si te sobra el dinero, seguro que dormir bajo el mar es una experiencia inolvidable. El resto tendremos que conformarnos con una cabezada en algún acuario con túnel de cristal o echar la siesta con la cabeza muy pegada a la pecera.

Vía | Like Cool
Más información | Conrad Maldives Hotel
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Si aún no os habéis ido de vacaciones seguro que estáis navegando en busca de hoteles bonitos en toda la web. Como Decoesfera es un servicio público, seguimos recorriendo el mundo en busca de los hoteles más bonitos que hemos visitado para enseñároslos. En este caso me quedo en Madrid, mi ciudad para enseñaros uno de los hoteles que más me han marcado de los que he visitado últimamente, el Hotel NH Palacio de Tepa de Madrid.

Este hotel, situado en pleno centro de la capital en el conocido como Barrio de las Letras, se ubica en el interior del palacio de los Condes de Tepa y fue construido en 1808, por lo que su arquitectura aún está adaptada a los pasos de carruajes y sus espacios nos hablan de un pasado lleno de lujo. El palacio original fue construido por el arquitecto Jorge Durán en colaboración con Juan de Villanueva, el responsable del Museo del Prado, y no me podéis negar que tiene un exterior regio. Su inauguración fue el año pasado y el responsable de la reforma ha sido el estudio de Ramón Esteve que ha dejado su sello minimalista respetando los elementos antiguos que existían originalmente.

Nada más entrar al hotel, por una de sus puertas laterales (que si os fijáis tienen la anchura perfecta para que pase un coche de caballos) se llega al lobby que tenéis sobre estas líneas. En él se ha techado lo que era un patio respetando las formas tradicionales del edificio del siglo XIX. Aquí vemos ya los tonos que serán la tónica de todo el edificio: grises y marrones oscuros. Si os acercáis al hotel (os alojéis en él o no) no podéis dejar de dar la vuelta por detrás del escritorio de recepción porque han conservado unos restos arqueológicos que están a la vista de todo el mundo para conocer mejor el pasado de Madrid.

Los espacios comunes que están en la planta baja están creados buscando el minimalismo, con muchos ángulos y con tonos tostados. Por ejemplo sobre estas líneas tenemos la parte de biblioteca en la que los huéspedes pueden entretenerse mientras se toman un café. Observad cómo los muebles (tanto los que vemos en la foto superior como los que tenéis en la galería) son de tamaño reducido dejando todo el protagonismo a la arquitectura y creando una decoración modular con capacidad para cambiar la disposición de los muebles en función de las necesidades del hotel.

Entre las 85 habitaciones que tiene el hotel NH Palacio de Tepa, tenemos diferente decoración debido a que como es un edificio antiguo. La que tenéis sobre estas líneas es una habitación en dos alturas donde la zona de tertulia está abajo y el dormitorio propiamente dicho está en la planta superior, a la que se accede por una escalera volada. Podéis ver de nuevo el wengué en el suelo que hace un contraste perfecto con los muebles en distintos tonos de gris.

En la planta superior se ha mantenido el minimalismo con una cama de matrimonio con dos apliques a los lados. Me encanta cómo han aprovechado los techos altos del palacio para crear ambientes diferentes entre sí, consiguiendo que aunque te alojes varias veces en el mismo hotel siempre encuentres un ambiente diferente.

De las habitaciones que vi, las que más me gustaron fueron las buhardillas situadas en la última planta con los techos de madera. Es posible que para el verano la oscuridad que aportan las vigas sea un poco calurosa visualmente hablando pero lo cierto es que a mí me encantaron, son como un refugio alpino con vistas al centro de Madrid.

Si os fijáis la decoración en las habitaciones sigue las mismas pautas que en los espacios comunes con muebles angulosos y tonos grises, lo que ayuda a dar unidad a todos los espacios del hotel. En resumen, el NH Palacio de Tepa es uno de esos hoteles bonitos en los que da gusto disfrutar para una estancia en Madrid.

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Nuestro especial hoteles bonitos se va directamente al paraíso con una escapada a Isla Mauricio, un destino de ensueño, para conocer un poco más de cerca el Trou aux Biches Resort & Spa. Se trata de un alojamiento de cinco estrellas junto al mar, estructurado en villas individuales rodeadas de jardines tropicales y suites ubicadas en bungalows. Es un hotel que se sale de lo corriente, ya que ofrece espacios independientes y lujosos, con amplias estancias que confunden exterior e interior, con piscinas privadas y jardines que prolongan los salones y habitaciones.

El agua es una constante en el hotel, ya que son numerosas las piscinas que lo pueblan. Las suites de categoría superior, situadas en primera linea de playa, tiene su propia piscina privada, mientras que el resto forman varias medias lunas que se agrupan en torno a piscinas comunes de 126 metros cuadrados. Aparte de estas, el hotel dispone de una enorme piscina situada en el centro de las zonas comunes. Por si fuera poco, el hotel está situado al borde del mar. Al pie de una playa que suponemos privada.

Las habitaciones gozan de una decoración serena y sin estridencias, con presencia de madera y materiales naturales, en la cual el mayor lujo es el espacio. Los estampados brillan por su ausencia, cediendo el sitio a tejidos de tonos suaves con predominio de marrones, tostados y arenas.

Los baños se revisten de mármol, y en el caso de las villas o suites superiores, se extienden al exterior, comunicándose por medio de puertas de cristal con espacios de baño al aire libre presididos por jacuzzis y protegidos de las miradas por altos muros de piedra.

Esta pretendida austeridad interior contrasta con la exuberancia del exterior, que explota en suelos de madera, paredes de piedra y una hermosa vegetación, acompañada por muebles de exterior de diseño y pequeñas piscinas que aportan el frescor requerido.

Cada una es diferente, pues la personalización de los ambientes es la clave de las suites superiores, y alguna presenta un curioso diseño, formando un borde de piedras alrededor de la piscina, encastrada sobre listones de madera tropical.

El complejo cuenta con seis restaurantes que se reúnen alrededor de la piscina, cada uno de ellos esmeradamente decorados, además de un spa gestionado por la firma Clarins, que presume de una fachada en color cálido y un espectacular techado de hojas de palma.

Os dejo soñando con Isla Mauricio y el Trou aux Biches Resort & Spa. el próximo lunes tendréis un nuevo capítulo de nuestro especial hoteles bonitos. ¡No faltéis a la cita!

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Más información | Trou Aux Biches Resort & Spa
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Aún queda verano por disfrutar y nosotros seguimos en Decoesfera dando ideas desde nuestro especial hoteles bonitos, de lugares en los que vivir el verano con todo lujo de comodidades y en un entorno de lo más agradable, hoy nos vamos a Portugal, en concreto a la ciudad de Oporto, a un hotel muy elegante The Yeatman.

Es un hotel muy nuevo, aún no ha pasado ni un año desde su inauguración en septiembre de 2010, es un hotel muy especial porque es el primer cinco estrellas vitivinícola de la ciudad de Oporto, situado en la zona histórica de bodegas de la ciudad, en Vila Nova de Gaia a orillas del Duero, llama la atención en primer lugar por su construcción, consta de una serie de terrazas que imitan la disposición de los viñedos y ha quedado perfectamente integrado en el entorno.

El hotel nos ofrece por un lado todo el confort de un cinco estrellas, con una decoración moderna y todas las comodidades que podamos imaginar, y por otro lado nos invita a disfrutar de la cultura del vino y que está presente no solo porque lo podamos degustar con las comidas, sino también en la decoración.

El hotel cuenta con setenta habitaciones y doce suites, todas ellas con vistas desde una estupenda terraza al Duero y sus alrededores, camas con dosel, cómodos asientos, espacios amplios… las habitaciones cuentan con el lujo que debe corresponder a un cinco estrellas de reciente construcción en todos los sentidos.

En cuanto a los colores hay predominio del blanco, el verde y el azul, los colores del agua, y la naturaleza, tonos fríos que invitan al relax, en los cuadros y fotografías que se han elegido para decorar las paredes de las estancias, hay imágenes relacionadas con el cultivo de las vides y la elaboración de los vinos.

Hay varios estilos mezclados en el mobiliario del hotel, si bien los muebles de exterior y piscinas son de corte moderno, los que amueblan las estancias son de corte más bien clásico y muy refinado, aunque yo reconozco que me gusta más lo moderno, reconozco que las habitaciones son espectaculares y muy elegantes.

El hotel cuenta con bodegas y piscinas exteriores e interiores, para que podamos disfrutar de una experiencia completa de relax y descanso en sus instalaciones, cuenta también con zonas verdes, más de diez mil metros cuadrados de jardines con árboles centenarios en su afán de mostrar un gran respeto por el medio ambiente.

Como os decía antes en la zona de piscinas el mobiliario es de estilo más moderno que en los dormitorios, muebles de fibras vegetales con textiles en blanco roto, grandes sombrillas, también mobiliario sintético de última generación, y predominio de colores neutros que ceden el mayor protagonismo a la piscina.

Por supuesto el hotel cuenta también con casi una docena de salones para la celebración de eventos y congresos, y dispone de un restaurante donde acompañar la comida con los mejores vinos de Portugal. Así mismo cuenta con un Spa, en el que algunos de los tratamientos que se nos ofrecen están también relacionados con los vinos.

El único inconveniente puede ser el precio, ya os podéis imaginar que un cinco estrellas en una ciudad europea, no nos va a salir barato, aún así hay habitaciones de varios precios, dependiendo del nivel, y para un fin de semana es probable que la experiencia merezca la pena, aunque tengamos que rascar un poco el bolsillo.

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En Decoesfera | Especial hoteles bonitos

Para acabar el especial hoteles bonitos, os traigo uno que es un poco diferente. De entrada, ni siquiera es propiamente un hotel, sino un château, un pequeño palacete, antigua residencia señorial. Además, no es bonito siguiendo los cánones habituales de belleza, sino que simplemente es encantadoramente acogedor y agradable.

Situado en el pueblo de Fondettes, el Château des Tourelles luce espléndido como muchas de las mansiones que podemos encontrar a lo largo y ancho de la región centro del valle del Loira. Se alza en lo alto de una leve y verde colina rodeada de árboles con su estilo de inspiración renacentista, la hiedra trepando por sus paredes, las buhardillas saliendo de la cubierta azulada… en fin, cuesta imaginarse un paraje más idílico.

Cuando llegas a la recepción —es un decir, porque no hay, solo sale la señora de la casa a recibirte— sorprende la amplia variedad de habitaciones a elegir. Hay dormitorios normales, obviamente, pero también se puede escoger pasar la noche en una pequeña ermita restaurada o incluso en el bosque.

La ermita donde pudo dormir mi compañera Victoria de Diario del Viajero, está situada el fondo del jardín trasero del palacete. Un jardín precioso donde flores y plantas de todo tipo se pelean entre ellas para ser las más bellas mientras paseas por los caminos de grava.

Se trata de una construcción muy pequeña, de planta cuadrada con apenas cinco metros de lado aunque relativamente alta. Sigue el estilo del edificio principal y ya desde fuera se percibe que anteriormente era un lugar religioso, pues la estatua de un santo guarda la entrada.

Una vez dentro, la virgen y el niño velan por nuestro sueño mientras una vidriera —como no— inunda con su luz y su color la estancia. A pesar de que dormir rodeado de tanto símbolo religioso puede echar para atrás a cualquiera, el lugar resulta acogedor. La decoración desenfadada, con texturas cálidas y colores claros, ayuda a sentirse a gusto en un espacio que otrora resultaría frío.

Aunque en la imagen se aprecia con dificultad, una muy cariñosa alfombra te recibe al abrir la puerta de madera original. El aparador también en madera y el resto de pequeños detalles convierten la estancia en un espacio más que agradable.

La única pega de esta habitación es que no dispone de baño propio, y hay que cruzar el jardín para llegar a uno en la casa, aunque la mujer no parecía darle mucha importancia. Supongo que ese aire desenfadado es parte del encanto del lugar. Ah, tampoco le llega la señal WiFi, así seguro que desconectas y te relajas.

Además de las habitaciones, el hotel tenía algunas salas comunes donde pasar el rato. La de la foto es la sala de esparcimiento general, con muchos sofás donde relajarse o ver una película en el proyector, mesas para leer o jugar a las cartas… todo con un estilo extraño y, de nuevo, desenfadado.

No parecía haber ninguna ley que gobernara la elección de los muebles, ni en su forma, ni en su color ni en su textura, ni siquiera en la manera de disponerlos. Todo resultaba anárquico y destilaba entropía por doquier, pero a uno le apetecía quedarse allí un rato apoltronado en el sofá o el sillón, ojeando un libro o simplemente escuchando pasar el tiempo.

Como podéis ver en las imágenes de la galería, el resto del Château des Tourelles sigue un estilo —por llamarlo de alguna manera— muy parecido. Las sillas de las mesas no casan unas con otras, ni siquiera la vajilla y la cubertería del desayuno es la misma para todos los comensales, pero afirmaría sin riesgo a equivocarme que es un hotel bonito. Ahora, no lo intentéis en casa.

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Más información | Château des Tourelles
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Hace cosa de un par de meses, al enseñaros el Château des Tourelles en mi visita al Valle del Loira, os comenté que ofrecían unas habitaciones muy especiales en el bosque. Pero en realidad, más que unas habitaciones, son unas tiendas suspendidas en el aire que permiten disfrutar de la experiencia de dormir en la copa de un árbol.

Aunque ya conocía propuestas similares, nunca había tenido el placer de pasar una noche entre las hojas de los árboles, a más de una decena de metros de altura en medio de un pequeño bosque, compartiendo hábitat con los pájaros y las ardillas.

Como imagino que os pica la curiosidad de cómo es dormir ahí arriba, os invito a que cojáis fuerzas y trepéis conmigo por la rampa que nos llevará al nido que será nuestro hogar por una noche.

Precisamente es la subida uno de los momentos más divertidos del asunto —y delicados también— porque para llegar a la tienda hace falta subir los metros que la separan del suelo a través de una pasarela tejida con redes de pescadores. La cuestión es que como hay bastante desnivel y la pasarela baila al son de nuestros pasos, subir a dormir y bajar a desayunar se convierte en una pequeña aventura que proporciona alguna que otra situación hilarante.

Una vez llegados a la cima, nos encontramos con una esfera de unos dos metros y medio de diámetro, a la que se puede acceder a través de varias aperturas —difíciles de encontrar en la oscuridad, que por la noche casi entro—.

Dentro, el espacio está ocupado por una gran cama circular, que nos permite dormir anchos como pocas veces habremos dormido y dónde dar vueltas en la cama tiene más sentido que nunca.

La idea es que la mayor parte de nuestros enseres los guardemos en el edificio principal, donde está el baño, pero aún así disponemos de diversos receptáculos donde colocar los objetos personales —el móvil mejor no llevarlo para desconectar del todo— y también unas redes en lo alto para dejar la ropa.

En cualquier caso, lo verdaderamente importante del asunto es la experiencia de dormir entre los árboles, que es tan sorprendente como agradable. Acostumbrado a dormir en tiendas de campaña en medio del campo toda mi vida, esperaba que las sensaciones fueran similares, pero lo cierto es que aunque se parece en algunas cosas, tiene algo de único y especial.

Por un lado, disfrutamos de todo aquello que implica dormir al aire libre, como el relajante y ruidoso silencio de la naturaleza. Pero quizás lo que más me gustó fue el leve balanceo de los árboles, que mecía mi cama como lo debía hacer mi madre de pequeño, porque dormí como un lirón toda la noche.

Quizás para alojarse mucho tiempo no es el lugar más adecuado, pues conlleva ciertas incomodidades, como cuando uno siente la llamada de la naturaleza en mitad de la noche y debe bajar por la pasarela a oscuras, alumbrado por una triste linterna, para luego tener que volver a subir aún medio dormido, pero para desconectar del mundo un par de noches, dormir en la copa de un árbol es perfecto.

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En Decoesfera | Hoteles bonitos: Château des Tourelles

Hace unos días tuve la suerte de ser invitada por Silken a conocer el restaurante Lágrimas Negras, situado en la planta baja del Hotel Puerta de América. Tras la comida, nos brindaron una visita por las diferentes plantas del hotel, todo un lujo para los sentidos, ya que como ya hemos visto en nuestro Especial Hotel Puerta de América, cada una de ellas está creada por un diseñador diferente. La Suite Presidencial que hoy os mostramos se sitúa en uno de los extremos de la planta 12, y lleva la firma de Jean Nouvell.

Tras pasar por un recibidor y un pasillo absolutamente negros, abrimos la puerta para descubrir un ambiente antagonista en el que dominan el color blanco y la luz que pasa por los ventanales que rodean toda la estancia. Ciento cuarenta metros cuadrados dan acomodo a una suite que se refleja sobre sí misma en unos grandes espejos que se asientan junto al baño, allá donde físicamente está uno de sus límites.

Visualmente nos confunde haciéndonos pensar que aún queda más por recorrer. Esta es una de las dos suites presidenciales con las que cuenta el hotel, ambas son iguales pero opuestas en color, mientras la que visitamos es blanca inmaculada, en su gemela predominan los tonos grises y negros.

En esta suite presidencial, el lujo es el espacio y el diseño. El skyline de la ciudad es un elemento importante de esta estancia. La suite muestra el paisaje urbano de la capital descarnado a través de sus ventanales, una cuarta pared que cambia de escenario según transcurre el día. El día que la visitamos, un cielo azul y despejado de principios de otoño dejaba ver una ciudad vibrante con su perfil característico.

La suite es un gran espacio compartimentado de manera que todo tenga continuidad. La zona de reunión o comedor es quizá la más reservada de todo el espacio, junto con el segundo dormitorio, pues a partir de ahí, baño, salón y dormitorio principal se funden en uno a placer. Si todo el espacio es minimalista, la sala de reuniones se lleva la palma, ya que se muestra casi desnuda con tan solo lo esencial, una mesa y cuatro sillas para darle servicio. La fotografía no hace justicia al ambiente que se respira en ella está lleno de calma, silencio y armonía.

La sala de estar dispone de una zona de descanso con dos sofás de tres plazas y sendas butacas, alineados en torno a una sencilla y ligera mesa de centro. A su espalda, una zona de trabajo en un lugar privilegiado, bordeando el ventanal. Allí vemos una mesa esquemática con alguna solución de almacenaje en la que ordenar los enseres.

Esta tiene continuidad en el dormitorio principal, separado tan solo por un tabique que sirve de apoyo y cabecero para la cama, que está suspendida y nace de la pared, dando sensación de ligereza acompañada de dos pequeñas mesillas también suspendidas.

El vestidor es una de las zonas más privadas, y consta de unos estantes de lineas rectas en distintos tamaños. Debajo del más grande aparecen dos colgadores con luz incorporada para poder acomodar la ropa en perchas. El fondo es un mural en suaves tonos malva, que continua en un panel frontal.

Cuando llegamos a la zona del baño, creemos que la habitación continua, gracias a la ilusión óptica del enorme espejo que cubre la pared. Este refleja toda la suite, y agranda baño y habitación. La bañera destaca en medio, soberbia en una sola pieza de formas rectas, separada de la zona de ducha por una lámina de vidrio transparente. El suelo de la ducha es un pasillo de madera que lleva a los lavabos, situados junto a las ventanas.

Resumiendo, la sensación que tuve durante el tiempo que duró la visita fue de paz y relax. Me dieron unas enormes ganas de trasladar mis reales a este paraíso en las alturas, pero claro, eso fue hasta que me di cuenta de que este es un lugar reservado a unos pocos.

En Decoesfera | Hotel Puerta América, el hotel del diseño por excelencia

Desde que el término deconstrucción se aplicase en la cocina para la separación de ingredientes que parecían inseparables, ahora se utiliza en otros muchos ámbitos, en Decoesfera ya lo hemos visto en el diseño de varios muebles y hoy vamos a verlo aplicado a un hotel, es el hotel Pixel, ubicado en la ciudad de Linz en Austria y que se caracteriza porque sus seis habitaciones están en diferentes puntos de la ciudad.

Rompe totalmente con la idea que tenemos de un hotel, que suele estar formado por uno o más edificios pero todos en el mismo lugar, en este caso las habitaciones están en lugares bien distintos y tan originales como, una galería de arte, un barco en el Danubio, un antiguo estudio de fotografía, un antiguo taller de ebanistería… A esta última corresponde la imagen que encabeza el artículo y la caravana hace la función de sala de estar.

El funcionamiento del hotel también es distinto a lo convencional, no hay bar, no hay recepción, quedamos en un lugar para que nos den las llaves y unos vales de desayuno para algunas cafeterías de la zona, es totalmente diferente a lo que estamos acostumbrados, pero lo que más nos interesa a nosotros es la decoración y el diseño, así que os dejo las fotos de las otras cinco habitaciones en la galería a ver si os gustan.

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Vía | Ocho leguas
Imágenes Vía | Pixel Hotel en facebook
Más información | Pixel Hotel
En Decoesfera | Muebles de almacenaje deconstruidos

Hace casi un mes pasé lo que quedaba de mis días de vacaciones en Nueva York, en un hotel muy peculiar en el Upper East Side. Estuve barajando varios alojamientos, y al final la elección estaba entre un gran hotel en Times Square y este pequeño hotel de cincuenta habitaciones construido en los años treinta, que fue el que ganó en la puja, el Hotel Franklin.

Está situado en una calle tranquila al lado de Lexington Avenue, en un edificio estrecho que da la bienvenida bajo una marquesina muy llamativa. Al entrar encontramos la recepción, escueta y decorada con un mostrador de madera que capta parte de la atención, compartida por un magnífico ascensor antiguo. Sin salir de la recepción podemos utilizar una biblioteca mínima ubicada junto a la ventana, adosada en una de las paredes junto al ordenador. Las paredes de todas las zonas comunes están empapeladas en un tono verde suave que imita papel de rafia, un ambiente cálido y relajado al que contribuyen las luces de pared.

La recepción da paso a dos estancias y un distribuidor, que conforman la planta lounge. Una de ellas es una sala de estar que da a la calle, enmarcada por un gran ventanal bajo el cual descansa un cómodo sofá tapizado en chenilla. Esta habitación está permanentemente decorada con flores frescas, y en la época en la que fuimos, rondando Halloween, con pequeñas calabazas.

El aire clásico de la sala se torna un poco kistch gracias a los cojines de estampados animales que reposan sobre una de las butacas, y el tapizado de cuero brillante de las sillas. Una alfombra en tonos beige y una mesa auxiliar con un toque étnico, completan este conjunto dispar pero bien armonizado.

Al otro lado encontramos la sala de desayunos, una estancia muy bien resuelta con una gran bancada en uno de los lados, a la que dan servicio un par de mínimas mesas redondas. Esta luce un respaldo alto realizado en símil de cuero, que hace de esta sala un refugio íntimo y con encanto. Al otro lado, tres conjuntos de mesitas y sillas, también tapizadas en símil de cuero, completan la zona de descanso, algo incómoda para desayunar en ella, dado el pequeño tamaño de las mesas.

Al fondo, hay un ventanal que da a un patio sobre el cual se recorta un bufé antiguo de madera, que sirve para dar servicio en el desayuno y a la hora de la merienda. Los tonos verdes y marrones suavizan la pequeña sala, que luce sin complejos su suelo de madera.

El ascensor nos lleva a las habitaciones, distribuidas en siete pisos. En todos los recibidores hay cuadros de mosaico en alegres colores, y una vez en la habitación, nos encontramos con una estancia dedicada al relax. Las habitaciones del hotel Franklin son bastante pequeñas, pero compensan esta estrechez con unas camas grandes y muy cómodas que proporcionan un buen descanso. Los colchones son mullidos y gruesos, dotados de un colchoncillo que las convierte en unas camas tan altas como confortables. La ropa de cama es de algodón egipcio, y las almohadas verdaderas nubes de plumón.

Las paredes de las habitaciones están pintadas en tono verde grisáceo y se caracterizan por su sencillez. La cama se enmarca con un cabecero de líneas rectas, y a sus pies, una manta de lana marrón oscuro da abrigo adicional. La iluminación corre a cargo de una lámpara de techo con pantallas blancas, lágrimas y tiras de cristal, y tres lámparas de mesa distribuidas sobre las mesillas y el escritorio.

Llama la atención que aunque anuncian servicio de minibar, este no existe, limitándose a unas cuantas bebidas y golosinas depositadas en una bandeja dell escritorio.

Los armarios son una asignatura pendiente, ya que en general son estrechos o poco accesibles. El que había e mi habitación era un closet con espacio suficiente, pero acceder a él era complicado al no poder abrir del todo la puerta. En otra de las habitaciones que vimos, el armario se reducía a un espacio de unos treinta centímetros para colgar la ropa.

Los suelos de las habitaciones están enmoquetados en tono arena, aportando un extra de calidez. La silla que da asiento al escritorio está tapizada en chenilla color piedra, a juego con las cortinas que guardan la ventana de guillotina de miradas indiscretas. A pesar de algunas estrecheces, la estancia en el Hotel Franklin resulta agradable y confortable, muy recomendable para aquellos que valoren un espacio cómodo y bien decorado cuando están de viaje.

Hotel Franklin

164 E 87th St New York
NY 10128, Estados Unidos
(212) 369-1000

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Este año he asistido al EBE por primera vez donde, además de compartir la experiencia con algunas de mi queridas compañeras de Decoesfera y otros muchos bloggers, tuve la oportunidad de alojarme en el hotel Patio de la Alameda en Sevilla.

Su nombre habla de su principal característica, y es que este hotel se organiza como la mayoría de la casas y fincas sevillanas. Es decir, alrededor de un luminoso, colorido y agradable patio, a través del cual se puede acceder a las habitaciones.

Desde el exterior, la sencilla pero llamativa fachada no hace imaginar todo lo que el hotel esconde en su interior, tan solo nos deja intuir que se trata de un edificio señorial, con un estilo típicamente sevillano.

Una vez en el interior, descubrimos los maravillosos patios, el primero de los cuales hace las veces de hall, y el segundo de distribuidor de habitaciones. La que me correspondió se encontraba en planta baja, pero también hay habitaciones en la planta superior, e incluso algunas dan a la fachada exterior, pudiendo disfrutar de las vistas desde esos preciosos balcones miradores.

La decoración sorprende desde que abres la puerta, con un estilo que podría calificar como clásico-rústico-minimalista; combinando con gracia diferentes materiales y formas más tradicionales con colores claros y una distribución sencilla y amplia.

Las camas son realmente bonitas, especialmente el cabezal en forja pintada de blanco. Las mesitas contrastan con su madera oscura y sus formas más pesadas mientras que de fondo hay un pequeño armario empotrado con puertas lacadas en blanco.

También hay un par de sillones de mimbre, una preciosa mesa de mármol (sobre la que desluce un mesa un tanto desfasada) y un sofá sencillo que desentona un poco con la decoración, pero que se sobrelleva.

El baño sigue la gama cromática de la habitación, con un uso ligeramente extraño de los materiales, especialmente unas franjas de azulejos forrados en un símil de cuero.

Las piezas del baño son sencillas y modernas, y cuenta con un amplio espejo en el que acicalarse. La ducha (y toda la habitación) era adaptada para personas con movilidad reducida y por cómo estaba situada, no era muy cómoda de usar. Lo paradójico es que para llegar a esta habitación perfectamente adaptada, hacía falta “escalar” hasta seis escalones en dos tramos.

En definitiva, el hotel Patio de la Alameda en Sevilla es un lugar agradable en el que pasar unas noches en Sevilla, no sólo por su decoración y sus agradables patios, sino porque además está situado en pleno centro de la ciudad.

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La semana pasada Decoesfera estuvo invitada a la presentación del vestíbulo del hotel Le Meridien de Barcelona, donde comentaron su concepto Le Meridien Hub. Rodeada de caras conocidas me estuvieron explicando en qué consistía este concepto y qué tenía de especial este vestíbulo que no estuviera en otros.

Lo primero que llama la atención cuando llegas a este hotel barcelonés es la decoración de su puerta de entrada, que tenéis sobre estas líneas. Una cristalera llena de color llama al visitante para que entre. Si te acercas un poco más, puedes reconocer un mapa del tiempo, con isobaras, compuestas de miles de instantáneas de la Ciudad Condal extraídas de Google. Esta composición, llamada Googlegrafía creada por Joan Fontcuberta, está reproducida en el interior para que quien entra al vestíbulo pueda verla con más precisión.

El concepto de arte está muy presente en el concepto Le Meridien Hub e inunda todos los rincones en diferentes formas desde que se entra en el vestíbulo. Justo frente a la puerta tenemos la mesa de recepción con sillas de Gaudí fabricadas en exclusiva para el hotel. La verdad es que yo no me suelo fijar mucho en la decoración de los vestíbulos de los hoteles pero he de reconocer que en este caso se han esmerado en cada detalle.

Zona de interacción en Le Meridien Hub

En un rincón tenemos la cafetería situada frente a varias mesas de todo tipo en las que se puede tomar café, leer alguno de los libros que hay en las estanterías que veis al fondo de la imagen o descansar simplemente: es lo que han llamado “zona de interacción”. Fijaos en cómo nos encontramos con un espacio muy ecléctico, con varias sillas diferentes, una alfombra que no cubre todo el suelo y todo tipo de objetos sobre las mesas con los que entretenernos. Dicen en Le Meridien que ellos buscan despertar la curiosidad del huésped dejando esos objetos y lo cierto es que lo consiguen aunque en algunos casos puedes llegar a dudar de si son cosas que se ha dejado alguien ahí por error.

Me gusta mucho la disposición de las mesas, que es bastante dinámica y permite tanto hacer grupos de personas como abstraerse en soledad si es lo que se desea. Uno de los grandes aciertos es haber iluminado de manera heterogénea el vestíbulo, creando diversos ambientes tanto de luz como de asientos para poder elegir la zona donde nos sintamos más cómodos. De hecho, en la imagen sobre estas líneas podéis ver la mesa alta de frente y al fondo otras más bajas rodeadas de butacas para hacer un descanso mientras se toma café por ejemplo.

Fijaos cómo los colores elegidos para la decoración del vestíbulo son colores cálidos: rojos, marrones, negros y mantienen la sobriedad y hacen que el espacio sea muy acogedor. Observad cómo además de los sofás que veis sobre estas líneas tenéis libros, jarrones y otros objetos que hacen que el ambiente sea más casero.

Eso sí, aunque se ven mullidos los sofás no acaban de convencerme en su comodidad una vez me senté, sobre todo por el respaldo que me quedaba a la altura de los hombros. Sin embargo he de reconocer que quedarían perfectos en cualquier salón a modo de zona de tertulia.

El arte en Le Meridien Hub

El arte no solo está presente en la entrada, sino que podemos ver en la pared proyectados varios vídeos de videoarte seleccionados por Jerome Sans y también podemos ver en la zona de las escaleras la escultura “Sopa Gaudí” realizada por el artista catalán Jaume Amigo. El arte llega incluso a los ascensores donde se pueden escuchar grabaciones de artistas que han hecho en diferentes lugares como en la naturaleza o por la calle y que sorprende a quien entra en ellos.

Lo bueno del vestíbulo es que es visitable seáis o no huéspedes así que no tenéis excusa para conocer el hotel Le Meridien cuando vayáis a Barcelona. Está en plenas Ramblas a pocas manzanas del mercado de La Boquería.

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A cabin in a loft es una especie de Bed&Breakfast en Brooklyn, alternativa a otros hoteles más convencionales, el edificio en el que se encuentra es una antigua fábrica textil y al reformar para crear el lugar de alojamiento, en vez de tabicar del suelo al techo para dividir habitaiciones con paredes, se ha mantenido todo el espacio abierto en estilo loft y se han incorporado casitas para los dormitorios.

En concreto dos casitas en un mismo espacio común, un más baja con forma de cabaña, otra que recuerda a una casa en un árbol, la idea es que cada persona tenga su espacio privado para su dormitorio, pero que comparta zona común con el que se aloja en la otra cabina, tiene ventajas como que permite circular la luz natural por todo el espacio y la curiosa sensación de estar en un pequeño pueblo de dos casas, aún siendo un lugar interior.

En las imágenes podemos ver como la casa del árbol está a cierta altura sobre el suelo y dispone de una zona de estudio y un área de almacenamiento debajo, mientras que la otra cabina cuenta con un espacio de almacenamiento integrado en su parte alta, entre la entrada de la cabina y las ventanas hay un lugar para colgar la ropa.

Además de las cabinas también es parte importante el espacio común abierto del loft, la zona que se encuentra entre las dos casas, y que consta de una sala de estar, una cocina y una mesa grande que se puede utilizar tanto para comer, como para trabajar, muy razonable, hay cosas que nos gusta compartir y otras para las que necesitamos privacidad.

A mi la idea me ha gustado muchísimo, tanto para este caso concreto, como es el de un pequeño hotel, como para una vivienda loft y los dormitorios de los miembros de la familia, me gustan los espacios abiertos, pero si uno comparte casa el dormitorio tiene que ser privado y esta es una forma preciosa y muy original de conseguirlo, sin perder amplitud y sin cortar paso a la luz en el resto del espacio, simplemente genial.

Vía | The Design Ark
Más información | A Cabin in a Loft
En Decoesfera | SeepBox, la habitación caja